LAS MONEDAS SOCIALES

(Por Francisco Joaquín Cortés García)

1. A MODO DE INTRODUCCIÓN

En las economías primitivas el trueque satisfacía todas las necesidades, pero aquéllas se fueron haciendo cada vez más complejas y diversas, y acabó resultando necesario el dinero como instrumento para la promoción de los intercambios y la satisfacción de las nuevas necesidades. Se pasó de un enfoque mercancía-mercancía, a otro denominado como mercancía-dinero-mercancía.

En la actualidad, en los sistemas financieros y monetarios convencionales, el enfoque en vigor es el denominado dinero-dinero, un enfoque que, según los defensores de la economía de solidaridad y de las monedas sociales, es especialmente especulativo y acumulativo, escasamente solidario, y en donde la abstracción del dinero ha puesto en jaque las relaciones sociales y económicas directas entre las personas, que, no lo olvidemos, son los actores fundamentales de toda economía y el fin último de las transacciones que en ella se realizan.

Los sistemas monetarios y financieros convencionales, asociados al sistema capitalista, han sido objeto de numerosas, cíclicas e importantes crisis. La crisis de los años treinta, a partir de la debacle bursátil y deflacionista de 1929, es una prueba fehaciente de las debilidades estructurales del sistema. Precisamente, como veremos más adelante, es a partir de la Gran Depresión de los años 30 cuando surgen las primeras iniciativas modernas de sistemas monetarios sociales. Muchas comunidades se vieron a obligadas a crear monedas de emergencia para paliar los efectos de la escasez de moneda oficial. Para los principales analistas de la economía de solidaridad, lo que pudiera haber sido una crisis convencional sin mayor alcance, se convirtió en una depresión catastrófica (LIETAER, 2005, pág. 261) con terribles efectos sobre el empleo.

El trueque, concepto esencial a los sistemas monetarios complementarios, no es ajeno a las transacciones internacionales. De hecho, del conjunto global de éstas, el 10% es trueque. Las iniciativas de monedas sociales surgidas en los últimos setenta años en todo el mundo se han ido originando precisamente con una clara tendencia ideológica en contra de las corrientes ultraliberales y ultracapitalistas. Pero, sobre todo, nacen reivindicando la concepción originaria y transaccional del dinero.

Los sistemas monetarios sociales se enmarcan dentro de las finanzas solidarias o de la economía de solidaridad y, como veremos, están muy ligados a otros instrumentos financieros solidarios, como es el caso de los microcréditos y de las microfinanzas en general. Con las economías sociales se pretende desligar la moneda oficial del desarrollo local, impidiendo que sea un lastre su escasez para la movilización y puesta en valor de los recursos locales.

Al igual que ocurre con los microcréditos, los sistemas monetarios complementarios no se dan solamente en el denominado Tercer Mundo, también se utilizan monedas complementarias en los países desarrollados a través de los bancos del tiempo y a través de mecanismos de fidelización de clientes de muchas compañías (v. gr.: los puntos de Iberia, los cheques gourmets).  No obstante, a lo largo del presente trabajo vamos a intentar enumerar las principales características de los distintos sistemas monetarios sociales que han permitido poner en valor los recursos locales endógenos, centrándonos, como veremos, más en lo que tienen en común que en lo que verdaderamente los diferencian.

2. EL CONCEPTO DE DINERO

El dinero ha sido una de las innovaciones más importantes y ventajosas de las sociedades humanas. Sin el dinero es imposible concebir los niveles de eficiencia de nuestras economías y de nuestro patrón de bienestar. Sin dinero, una sociedad tendría que recurrir sistemáticamente al trueque de unos bienes por otros en el ámbito individual, y, obviamente, tendría que darse una recíproca coincidencia de los deseos de las partes que participan en todo intercambio económico.

El dinero, en definitiva, es un instrumento que facilita el intercambio de bienes y servicios; facilita igualmente la especialización económica y la división del trabajo, y, en este sentido, contribuye a la eficiencia global de una economía y, en general, de una sociedad. Se puede decir que las sociedades de nuestro tiempo serían claramente insostenibles, inviables e inconcebibles sin el dinero.

Las principales funciones del dinero han sido suficientemente consensuadas por los economistas, por lo que simplemente las vamos a enunciar:

·         Es un instrumento de pago.
·         Es una unidad de cuenta.
·         Es un depósito de valor.

No obstante, la esencia del dinero, vinculada a su naturaleza originaria, está relacionada con la primera de las funciones. En la definición de Lietaer (2001), éste reconoce que el dinero es un acuerdo voluntario dentro de un ámbito comunitario para utilizar algo como medio de pago en las transacciones. En el momento en que prevalece la función de depósito de valor, el dinero genera su escalada acumulativa apoyada por el interés. Y el interés, es decir, el precio del dinero, algo que nosotros consideramos como natural, no siempre ha sido concebido así. De hecho, en las economías islámicas el interés no puede ser incluido en el orden moral ni en la lógica económica. Y en las tres grandes religiones monoteístas, sin excepción, la usura es desaprobada y condenada por sus respectivos órdenes morales.

En términos generales, para los defensores de la economía de solidaridad y de las monedas sociales, la aplicación de intereses al dinero provoca, entre otras, las siguientes disfuncionalidades y perversiones económicas y/o morales: concentran desproporcionadamente la riqueza, fomentan la competencia sistemática y propician el crecimiento económico interminable. El interés compuesto genera la curva exponencial de la acumulación y de la desigualdad perenne entre los hombres.

Dinero, en términos generales, será todo medio de pago, sea moneda o no, generalmente aceptado por la sociedad que lo crea. La primera conceptuación histórica del dinero hacía referencia al denominado dinero efectivo, es decir, al conjunto de los billetes de banco y a las monedas. No obstante, esta reducción del dinero a dinero efectivo es insuficiente en nuestros días a tenor de las históricas innovaciones monetarias y financieras a las que hemos asistido en las últimas décadas, de la complejidad de nuestras políticas monetarias, de los avances en las tecnologías de la información y de la comunicación, y, sobre todo, a tenor de la propia opinión de los economistas. De hecho, los economistas tienen una visión mucho más amplia del dinero que la clásica que hemos enunciado y que es generalmente la popularmente intuida.

Los economistas, en base a la ampliación del concepto de dinero, van definiendo aritmética y sucesivamente agregados monetarios que van desde una visión muy reducida del concepto de dinero a una visión mucho más amplia del mismo. Por ejemplo, si al efectivo en manos del público le añadimos los saldos vencidos de las entidades bancarias (cuentas corrientes y cuentas de ahorro a la vista) nos encontraríamos con una definición que se aproxima a la concepción real del dinero: oferta monetaria o M1. Si a este último agregado monetario le añadimos otros activos que tienen la posibilidad de transformarse en líquidos, como los depósitos de ahorro, las cuentas del mercado monetario, etc., nos encontramos con otro agregado monetario: el M2. Y así podríamos seguir definiendo agregados como el M3 (M2+depósitos a plazo), o, ya en nuestro país, los ALP (activos líquidos en manos del público), un agregado muy parecido al L norteamericano. Dependiendo de los objetivos y del ámbito de aplicación, conceptualmente utilizaríamos un agregado u otro, y, por tanto, una concepción del dinero u otra.

No obstante, reconocidas las inmensas ventajas del dinero en nuestras economías y en nuestras sociedades, el dinero tiene sus propias disfuncionalidades según los defensores de la economía de solidaridad y de los sistemas monetarios sociales. La sofisticación de los medios pago y la desproporcionalidad entre la economía financiera y la economía real o productiva generan importantes ineficiencias económicas e importantes injusticias sociales que no pueden ser obviadas en las sociedades de nuestro tiempo y en su horizonte moral, especialmente en el ámbito de la distribución de la riqueza. En concreto, el dinero, en su sentido más amplio, y debido a la teoría del interés acumulativo (interés compuesto), es un instrumento que permite una acumulación acelerada, y, por consiguiente, una distribución de la renta muy desigual que genera ineficiencias tanto en el ámbito económico como en el social.

La inflación; la multiplicación exponencial del propio dinero que impone la ley del interés compuesto; los intereses encubiertos asociados a todos los productos que consumimos; la desigual posición, y, por tanto, los desiguales beneficios de los distintos agentes ante la ley del interés, etc.; son razones reconocidas de la perversión del dinero en nuestras sociedades. La mayor parte de estos problemas asociados al dinero, entendido en su acepción más capitalista, han sido magistralmente expuestos con un mayor detalle por diversos economistas, entre los que destacaremos los casos de Silvio Gesell (1958), de Margrit Kennedy (1988) y de Bernard Lietaer (2001).

No hay que olvidar que el dinero es un instrumento, y que cuando, de forma generalizada, se convierte en un fin en sí mismo, las sociedades enferman moralmente, dando lugar a importantes injusticias sociales, a la distribución desigual de las cargas económicas, sociales y ambientales, a actitudes insolidarias generalizadas entre los ciudadanos, y a la despersonalización de las relaciones humanas. En este sentido, las monedas sociales pretenden recuperar el espíritu por el que nació el dinero, lejos de los grandes e históricos procesos de acumulación, permitiendo generar riqueza y desarrollo, y considerando el dinero como un mero instrumento para alcanzar mayores cotas de bienestar.

El proceso de globalización al que estamos asistiendo se basa fundamentalmente en la movilidad del capital. En este sentido, y según los teóricos de la economía de solidaridad, la lógica del dinero se decide y se define en los mercados internacionales con una tendencia netamente especulativa y acumulativa. Las comunidades locales quedan al margen de estos mecanismos, incluso de los mecanismos de los grandes organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que se rigen por los principios ultraliberales del denominado Consenso de Washington. Por tanto, se puede decir que la moneda, y en general el dinero, han sufrido una profunda hipertrofia que los aleja mucho más allá de su función primordial: facilitar el intercambio y promover el desarrollo económico real para todos. En nuestro planeta hay recursos suficientes para todos, pero las instituciones económicas, y en especial los sistemas monetarios oficiales, impiden que todos sus habitantes tengan acceso a los mismos.

El capital y el dinero transfronterizos, localizados y radicados en paraísos fiscales, son los elementos que deciden qué actividades son rentables y cuáles no, qué se debe producir y qué no, y en qué condiciones se hará. De ahí que muchas actividades con una clara rentabilidad social queden al margen de los sistemas monetarios y de la lógica del capital. Suspendidas la mayor parte de las medidas en el ámbito del control de cambios, y desacreditada la célebre tasa Tobin, que no es sino una aplicación de la teoría de la oxidación[1] del dinero de Silvio Gessel, el capital se mueve transnacionalmente a velocidad de vértigo (a velocidad electrónica), y el resto de factores productivos, especialmente la mano de obra, se mueve torpemente tras él (a través de los grandes procesos migratorios a los que estamos asistiendo), encontrando importantes obstáculos fronterizos y provocando inestabilidades sociales, injusticias y graves catástrofes humanitarias.  


LA OXIDACIÓN DEL DINERO
por Horacio Krell
El dinero es el instrumento para favorecer el comercio que corre con ventajas. La ropa depende de la moda, los alimentos son perecederos, la computadora se vuelve obsoleta,  y los autos se fabrican para que duren cierto tiempo. Es decir que todos los bienes pierden valor a la larga, pero la moneda en principio no. ¿Debería tener las mismas propiedades de los bienes, atenta contra la naturaleza del mercado? El dinero concentrado y combinado con el interés ayuda a quienes lo acumulan patológicamente y dañan a la economía.
En el medioevo, la moneda era de metal, a fin de año los reyes tenían que refundirla porque la gente  raspaba las monedas y les quitaba valor. Antiguamente funcionó la oxidación del dinero, -el impuesto a su posesión- que incentivaba a realizar obras valiosas y no al corto plazo al que obliga la renta financiera. El dinero se veía como un bien, como un servicio público y se pagaba por usarlo. El dinero si circula crea trabajo e inversión. Entonces no se cortan árboles para hacer dinero sino que se plantan  semillas.
En el Egipto de los faraones y en la Edad media una tasa negativa de interés motivaba su circulación. Se realizaban obras para que duraran siempre. Invertir  en catedrales, en el siglo XII, cumplió la función económica de atraer turistas. Hechas para durar  crearon dinero a largo plazo: Chartres vive del turismo desde hace 800 años.
La oxidación del dinero. Para Silvio Gesell se puede envejecer el dinero. La experiencia dio como resultado una velocidad mayor en su circulación donde se aplicó. Porque si falta el dinero, aunque la gente sea capaz, no puede trabajar. Para evitar la acumulación Gesell propuso un impuesto, la oxidación del dinero, sus ideas inspiraron movimientos.
En un pueblo Alemán se creó el Wara -moneda mercancía- respaldada por una mina de carbón. La empresa pagaba a su gente con waras que tenían casillas para estampillas. Lamentablemente en 1931 el gobierno lo declaró ilegal. En Austria se creó el Wörgl para obras de crecimiento del pueblo. La gente lo hacía circular rápido para no comprar estampillas y llegó hasta pagar  impuestos por adelantado y realizar obras de todo tipo pero en 1933 el gobierno lo prohibió. En EEUU se hicieron proyectos exitosos hasta que Roosvelt –  convencido de la centralización- los vetó. En la época previa a las II Guerra Mundial, al dejar sin salida a la gente,  se preparó a los países para la guerra y se apresuró la llegada de Hitler. Si bien Roosevelt combatió las ideas de Gesell,  dijo que la moneda de debajo del colchón no propicia intercambios.
Fundamentos de la oxidación del dinero. Así como cuidamos los PC con antivirus, la oxidación desalienta a quienes quieran acumularlo perversamente.
El impuesto Tobin, es un gravamen propuesto sobre el dinero utilizado especulativamente para la adquisición y venta de divisas, con el fin  del desarrollo de los pueblos pobres. Parece utópico, pero es posible. Es utópico porque los encargados de implantarlo son los mismos que se dedican a la especulación. Son los que pretenden, desde que no existe el patrón oro, que sus negocios sean universales y sin trabas: y la zorra no va a velar por el bienestar de las gallinas. Pero es posible porque técnicamente lo es. Si existe la imposición sobre la renta, ¿por qué no podría existir un impuesto al especulador?
Los que creemos que otro mundo es posible debemos señalar la hipocresía de los gobiernos que dicen querer parar las crisis y hacen lo contrario. Un peatón no puede parar el tráfico, cien  peatones pueden.  Hay que derribar el tabú del monopolio de la moneda y resolver el problema de las monedas dominantes. Se trata es de construir una moneda que cumpla con su misión de servir al hombre, que como todo, tenga vida y tenga muerte, que no sea eterna.
Evitemos a los que llevan su dinero a la tumba, desde allí no plantarán ninguna semilla.



Para combatir todas las extralimitaciones del dinero (especulación, desarraigo, injusticia...) nacen las monedas sociales como una tipología de los localismos monetarios. Con los sistemas monetarios sociales o complementarios se pretende buscar una nueva lógica de los intercambios y de la relación del hombre con los recursos naturales y económicos. Se trata de iniciativas de la economía social o de la economía de solidaridad que pretenden contrarrestar el mito de la escasez en el ámbito de la economía y del dinero.

En efecto, a juicio de los defensores de este nuevo paradigma económico de la economía de solidaridad, el dinero no tiene por qué ser por naturaleza escaso tal y como se nos dice por activa y por pasiva desde la ortodoxia económica clásica. Los teóricos de la economía solidaria entienden que, frente a la lógica de la economía capitalista, basada en la escasez y la codicia, la economía de solidaridad (RAZETO, 1992) se basa en el mutualismo, la solidaridad y la autogestión comunitaria, y, sobre todo, en la abundancia. Los recursos naturales son abundantes, las instituciones humanas capitalistas, basadas en la lógica neoliberal, son precisamente las que los hacen escasos. El miedo a la escasez, inducido por la economía clásica y neoclásica, es el resorte psicológico que nos hace codiciosos. En este sentido, la economía de solidaridad considera que la acumulación es el resultado del miedo y de la desconfianza mutua entre las personas.

Precisamente, ésta es la lógica que mueve a los mercados y a los sistemas económicos especulativos. De ahí que nos encontremos con la paradoja de la maldición de los recursos naturales, pues países que cuentan con ingentes recursos naturales, generalmente los países del denominado Tercer Mundo, tienen una economía débil y escasea el dinero y la moneda.

En otro orden de cosas, se puede decir que las monedas sociales están encontrando un marco conceptual y experimental muy atractivo, pues paralelamente se están desarrollando concepciones, actividades y experiencias microfinancieras que tienen objetivos concomitantes a los propios objetivos de los sistemas monetarios sociales. Nos estamos refiriendo en concreto a los sistemas de microcréditos, a los presupuestos participativos, al reconocimiento de la mujer en el ámbito específico del desarrollo local, a la búsqueda de nuevas formas de producción colectivas, al desarrollo del comercio justo y del consumo ético, al desarrollo de redes comunales, etcétera.

3. EL CONCEPTO DE MONEDAS SOCIALES

Se entiende por sistemas monetarios sociales, también conocidos como alternativos, comunitarios, complementarios, locales, paralelos, etcétera, a aquellos sistemas monetarios que se crean al margen de las monedas oficiales del país, y que tienen como objetivo fundamental la promoción de proyectos económicos y sociales de carácter local, a la vez que la puesta en valor de los activos y recursos locales que no se encuentran dentro de los círculos y circuitos ordinarios de intercambio debido a la escasez de la moneda oficial. La implantación de estos sistemas monetarios permite promover transacciones económicas que de otro modo no tendrían lugar por ser la moneda oficial escasa.

En definitiva, son sistemas organizados y gestionados destinados al intercambio de determinados productos y servicios producidos en el ámbito local. Por lo tanto, necesariamente han de ser sistemas con una dimensión espacial limitada, basados en conceptos de vecindad, solidaridad, conocimiento y confianza mutuos. No obstante, entre cada una de las denominaciones que hemos mencionado existen matices y diferencias. Por cuestiones de espacio vamos a tratar todos ellos de forma unívoca como monedas sociales, destacando lo que es común, y, sobre todo, los aspectos de solidaridad comunal.

Según los defensores de la economía de solidaridad, son sistemas que contrastan con los mecanismos e instituciones de la economía dominante, fundamentalmente los bancos centrales y la banca privada, instituciones que son claramente recelosos de los sistemas monetarios sociales o complementarios. Según la doctrina militante de los sistemas monetarios sociales, los bancos centrales crean escasez de dinero y es precisamente la escasez de dinero la que genera las crisis y paraliza los sistemas económicos locales. En efecto, “las monedas nacionales convencionales y lo sistemas monetarios han sido programados para generar competencia y mantener la escasez. Si existen otras monedas disponibles, tendrá sentido continuar usando las monedas convencionales para los negocios, adquirir un auto, pagar el combustible o la cuenta del teléfono; pero para comunicarse con los vecinos, ocuparse de las personas mayores o ampliar los horizontes educativos de los niños, tal vez deba contemplarse el uso de una moneda que favorezca la cooperación.” (LIETAER, 2005, pág. 43)

Se puede decir que, generalmente, los sistemas monetarios paralelos, o paramonedas, no nacen contra la moneda oficial, sino como un instrumento complementario que permite generar dinero y movilizar los recursos locales improductivos u ociosos. No obstante, en este sentido, nos podemos encontrar con sistemas monetarios sociales en los extremos, es decir, sistemas monetarios que se apoyan en la moneda oficial a través de la redención, y sistemas monetarios totalmente alternativos al sistema monetario oficial. Y entre los extremos nos podemos encontrar con todas las posibilidades intermedias, la mayoría de las que vamos a tratar en el presente trabajo.

A las monedas, a través de las que se instrumentan dichos sistemas monetarios, se les denominan igualmente monedas sociales, alternativas, comunitarias, complementarias, paralelas, etcétera (community money, local currency...). Se trata, por consiguiente, de sistemas monetarios que intentan aunar el desarrollo local, los sistemas mutuales y la solidaridad, especialmente en determinadas comunidades locales con dificultades para acceder a la moneda.

En términos generales, no se puede hablar de que los sistemas monetarios sociales, al contrario de lo que ocurre con otros tipos de localismos monetarios (BLANC, 2002), tengan razones o aspiraciones soberanistas. Al contrario, la justificación principal de estos sistemas monetarios es fundamentalmente económica, y, más en concreto, relacionada con la lucha contra las altas tasas de desempleo que se producen en determinadas comunidades locales. En el ámbito de las justificaciones económicas, se puede decir que existen numerosas razones directas que justifican la creación de sistemas monetarios sociales; no obstante, sin ánimo de ser exhaustivos, podríamos hacer mención de las cuatro más importantes, advirtiendo de que existe en determinadas circunstancias una estrecha correlación entre ellas:

·         Falta de medios de pago.
·         Inflación elevada.
·         Elevadas tasas de interés asociadas a la moneda oficial.
·         Hiperinflación.

En concreto, en el caso de la hiperinflación, se dan simultáneamente las tres circunstancias anteriores.

El desarrollo de la teoría de las zonas monetarias óptimas (MUNDELL, 1961), especialmente relacionada con el proyecto de integración monetaria europea, ha dejado generalmente al margen los sistemas monetarios infraestatales, y, en concreto, los sistemas monetarios comunitarios. En el ámbito de la teoría económica, estos sistemas han sido poco estudiados, si bien han despertado un notable interés en determinados grupos de economistas que buscan un nuevo paradigma económico más justo y más eficiente desde el punto de vista social y medioambiental. Además, es especialmente interesante destacar los proyectos relacionados con la creación de sistemas monetarios comunitarios llevados a cabo por el grupo STRO (Social Trade Organisation).

Desde hace décadas se han puesto en marcha numerosas iniciativas de monedas sociales tanto en los países no industrializados como en los países más prósperos del mundo. Los resultados de estos instrumentos de la economía social son realmente ambiguos, pudiendo encontrar sistemas monetarios sociales que han perdurado en el tiempo, y que han cumplido, a grandes rasgos, con los objetivos por los que fueron creados; y sistemas monetarios que no han prosperado por deficiencias en su diseño, articulación y vinculación con la economía local.

Principales experiencias de localismos monetarios comunitarios (2001)

Experiencia
Creación
Países de implantación
Banco WIR
1934 (Suiza)
Suiza
Time-Dollar
1980 (Estados Unidos)
Estados Unidos, Japón, Reino Unido
LETS
1983 (Canadá)
16 en Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Polinia, Reino Unido, Suecia, Suiza)
2 en Oceanía (Australia, Nueva Zelanda)
2 en América del Norte (Canadá y Estados Unidos)
1 en América del Sur (Ecuador)
2 en Asia (Japón, Tailandia)
1 en Oriente Medio (Israel)
Red Global de Trueque
1985 (Argentina)
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Perú, El Salvador, Uruguay

Nota: Esta tabla pretende ser exhaustiva, sino enumerar los sistemas monetarios comunitarios más importantes.
Fuente: BLANC, 2002, pág. 6.

Los sistemas monetarios sociales, destinados a la base de la pirámide, permiten articular mecanismos para generar pequeñas acumulaciones de capital que propicien poner en marcha proyectos de autoempleo y microempresas en el ámbito local, poniendo en valor los recursos económicos de las comunidades. En este sentido, se puede decir que su vinculación con los sistemas microfinancieros, especialmente los sistemas de microcréditos, es casi automática.

El conocimiento de la economía local es fundamental para diseñar un sistema monetario social. No hay que olvidar que el objetivo fundamental es la puesta en valor de los recursos locales, favoreciendo el intercambio, pero si generar los problemas especulativos asociados a las monedas convencionales.

La caracterización de un sistema monetario de carácter social se circunscribe fundamentalmente a los siguientes aspectos.

§  Complementariedad con la moneda oficial.
§  Control efectivo del sistema por parte de la comunidad (autogestión monetaria).
§  Bajos o nulos tipos de interés asociados a la moneda local.
§  Crédito inicial para fomentar los intercambios.
§  Nacen de la voluntad de los participantes: el dinero nace por el simple acuerdo de los miembros de la comunidad que lo van a utilizar.
§  Sencillez de los sistemas, aunque no hay que obviar la complejidad que implica su funcionamiento práctico.
§  Son monedas de vecindad.
§  Moderada acumulación, y por consiguiente menor desigualdad de la riqueza.
§  Ausencia de inflación (adecuación de la economía monetaria con la economía real).
§  Complemento de un sistema de crédito mutual o microcréditos.
§  Oxidación de la moneda.

En muchas comunidades locales lo difícil no es conseguir crédito. La situación financiera llega a ser tan precaria, que es difícil acceder a la moneda. La moneda es escasa. Las dificultades de acceso a la moneda puede arraigar en múltiples causas, pero podemos destacar dos de ellas de carácter estructural: la dolarización y la dualización de la economía del país. Veamos con más detalle estos dos fenómenos.

4. DOLARIZACIÓN Y ECONOMÍAS DUALES

Como decimos, existen dos fenómenos de carácter estructural que afectan de forma decisiva a la escasez de moneda en el ámbito de las comunidades locales. Nos estamos refiriendo la dolarización y a las economías duales.

La dolarización

Los procesos de dolarización se plantean en situaciones de economías inestables que precisan de la inversión extranjera para promover su crecimiento económico y mantienen un alto riesgo-país precisamente por la inestabilidad económica. La dolarización de una economía consiste en el abandono parcial o total (dolarización plena) de su patrón monetario en favor del dólar norteamericano.

El objetivo fundamental de los procesos de dolarización está relacionado con el control de la inflación del país, generalmente una inflación galopante. La dolarización supone importar el rigor monetario de la Reserva Federal así como su política monetaria.

Nos podemos encontrar con economías dolarizadas de facto (dolarización extraoficial) y economías dolarizadas de iure (dolarización oficial). En las primeras, la aceptación del dólar por la población como moneda transaccional se hace de forma espontánea para defenderse de la erosión monetaria de la moneda nacional. En las segundas, la autoridad monetaria reconoce al dólar como moneda de uso legal. La dolarización plena supone el anclaje de la moneda nacional al dólar mediante un tipo de cambio fijo, y, en general, está bien vista por los organismos multilaterales (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, fundamentalmente) de cara a la concesión de financiación internacional.

Los procesos de dolarización tienen tanto ventajas como inconvenientes. Entre las primeras, podemos destacar las siguientes:

·         Incremento de la confianza económica y financiera.
·         Refuerzo del sistema financiero.
·         Creación de una mayor predisposición de los organismos multilaterales de cara a la concesión de financiación internacional.
·         Reducción del riesgo de devaluación de la moneda del país, implicando unos tipos de interés más bajos, y, supuestamente, un mayor crecimiento económico debido al estímulo de la inversión por el bajo precio del dinero.
·         Se evita la tentación a monetizar el déficit público y entrar en una acelerada espiral inflacionista.
·         Creación de mejores condiciones para la inversión extranjera al reducir el riesgo cambiario.
·         Reducción de los costes de transacción.
·         Incremento de la disciplina fiscal.

En el capítulo de inconvenientes de la dolarización, los más destacables serían los siguientes:

·         Pérdida de la soberanía monetaria y cambiaria, y, por tanto, la imposibilidad de fijar políticas monetarias y cambiarias por parte de las autoridades del país. La política monetaria viene fijada desde el exterior (EEUU), pues aunque a Estados Unidos no le importe la dolarización de terceros países, siempre suele advertir que no va a hacer política económica pensando en ello.
·         Como consecuencia de lo anterior, el banco central se convierte en una mera caja de conversión.
·         Otra desventaja es la pérdida de señoreaje por parte de las autoridades monetarias. El señoreaje es el beneficio que obtiene el emisor monetario central por emitir moneda, que, en definitiva, es un reconocimiento de deuda sin pago de intereses.
·         Costes operativos de transformación nominal.

La dolarización o anclaje de la moneda al dólar, por tanto, tiene sus luces y sus sombras, y, por consiguiente, no se puede hablar de un saldo neto positivo o negativo sin una valoración ideológica. Desde el punto de vista empírico, históricamente nos encontramos con episodios positivos y negativos de la dolarización. En términos generales, la dolarización ayuda a mejorar las cifras macroeconómicas, generalmente de economías duales, pero, en muchos casos, no supone un estímulo para la economía local. La dolarización implica aumentar la escasez del dinero, por lo que ésta se convierte en un verdadero obstáculo para la promoción del desarrollo local y comunitario. En este sentido, los sistemas monetarios complementarios vendrían a paliar los efectos de esta escasez sobreañadida por la dolarización.

Las economías duales

Hablamos de economías dualizadas o duales cuando en un país existe por un lado un sector de la economía muy intensivo en capital, tecnológicamente avanzado, con niveles salariales altos, elevada productividad y muy ligado al sector público, a la economía internacional (empresas transnacionales) o al sector formal. Y, por otro, nos encontraríamos con otro sector nada despreciable de la economía de baja intensidad tecnológica y de capital, de baja productividad, asociado fundamentalmente a la economía informal y que se dedica a actividades de escaso valor añadido. Por este motivo, en las economías duales nos encontramos con una economía donde convive la opulencia con la miseria, y en la que se produce una muy desigual distribución de la renta y de la riqueza.

En efecto, en muchos países con una débil vertebración política, social y económica se da el fenómeno de la dualización de la economía de forma especialmente visible. Como decimos, la dualización de la economía no es otra cosa que la existencia de dos economías débilmente interconectadas, una economía formal o estatal, vinculada a las grandes corporaciones empresariales, públicas o privadas, a la economía institucional, etcétera. Y por otro lado una economía informal, escasamente bancarizada/institucionalizada.

La existencia de dos economías dentro de un mismo país puede generar situaciones paradójicas como la de que dicho país puede contar con unas magnitudes macroeconómicas envidiables en términos de crecimiento, inflación, etcétera, pero tener unas comunidades locales muy empobrecidas y que apenas se ven beneficiadas de estos logros macroeconómicos. Las razones son fundamentalmente la falta de capilaridad del sistema económico formal y la ausencia de correas de transmisión entre ambos sectores claramente diferenciados. Y, por tanto, no hay conexión entre la macro y la microeconomía, entre la economía formal y la economía informal, entre las clases altas y las clases bajas (no suele haber una clase media estructurada).

5. ORÍGENES DE LAS MONEDAS SOCIALES

Desde un punto de vista genérico, podemos remontarnos a los primeros sistemas de trueque de la humanidad para encontrar la sistemática de los sistemas monetarios sociales. Desde hace miles de años, distintas comunidades humanas han creado sus propias monedas con objeto de satisfacer las necesidades de sus miembros y resguardarse así de la inestabilidad económica. Desde entonces y hasta nuestros días, las monedas sociales han pasado por numerosos avatares, y en la actualidad se encuentran en muchísimos países del mundo. Las monedas nacionales, así como las supranacionales, han sido un claro obstáculo para su desarrollo, si bien hay que decir que muchos de los sistemas monetarios sociales se basan en monedas complementarias que precisan de la redención última en moneda oficial.

En muchas comunidades, a lo largo de la historia, se han creado monedas locales. En el antiguo Egipto se crearon este tipo de monedas, y su existencia está íntimamente relacionada con su prosperidad económica. También en la Edad Media y en el sistema feudal se crearon este tipo de sistemas monetarios. Un ejemplo emblemático de monedas comunitarias se circunscribe al hecho de que las grandes catedrales de la Europa del Medioevo fueron financiadas con los denominados breakteats o monedas locales, y los trabajadores fueron remunerados con dichas monedas. En nuestros días, las monedas sociales afectan a más de un millón de personas en todo el mundo y están presentes en más de 40 países.

Como decíamos, el primer modelo de intercambio es el denominado mercancía-mercancía. Con la aparición del dinero aparece el modelo mercancía-dinero-mercancía, facilitando los intercambios y la división del trabajo. El paso siguiente en la modelización de los intercambios fue el modelo dinero-dinero. Esta situación dio paso en nuestros días a la eclosión de la economía financiera, que, según los defensores de la economía de solidaridad, se haya muy alejada de la economía real. De hecho, la economía financiera tiene su propia lógica al margen de la economía productiva.

Esta nueva modelización de los intercambios ha propiciado importantes desigualdades económicas entre personas, comunidades y países, por no hablar de las importantes contradicciones que encierra el modelo (procesos desmedidos de acumulación, crisis financieras recurrentes...) y que tiene como manifestaciones más emblemáticas las recurrentes crisis de los sistemas monetarios.

Pero la introducción de la moneda no es un hecho inocuo. Tiene por definición sus perversiones. Las monedas permitieron las primeras acumulaciones de capital que dieron lugar al capitalismo. Sin dinero no es posible el capitalismo.

No obstante, a pesar de su vinculación con los sistemas de trueque, las monedas sociales, tal y como las entendemos en nuestros días, tienen un origen mucho más reciente. Podemos remontarnos a los años de la Gran Depresión para encontrar los sistemas monetarios complementarios tal y como los concebimos en la actualidad desde el enfoque de la economía de solidaridad o desde el de las finanzas éticas. La escasez de moneda y el empleo masivo obligaron a muchas comunidades locales a improvisar monedas alternativas o complementarias.

En efecto, tal y como enumera Lietaer (2005, pp. 263-264), en algunas poblaciones norteamericanas se llegaron a utilizar insólitos sustitutos de la moneda oficial, como colas de conejo y liebre (Olney, Texas), pequeñas conchas marinas (Pismo Beach, California), o, incluso, discos de madera (Petaluma, California).

Pero aunque no es el primero de la Gran Depresión, ni tampoco se trata de una experiencia norteamericana, sí quisiéramos destacar un caso emblemático de monedas complemntarias que llega hasta nuestros días. En 1934, en medio de la Gran Depresión, en Zurich (Suiza), un grupo de personas en torno a Werner Zimmermann y a Paul Enz, que estudiaron la teoría sobre oxidación del dinero (basada en un impuesto para evitar su acumulación), de Silvio Gessel (1958), crearon el Círculo Cooperativo (o círculo de apoyo económico mutuo) de Wir[2] (ROMERO HERRERA, 2001), uno de los sistemas de intercambio más antiguo y más amplio que conocemos, y que todavía sobrevive con más de 100.000 miembros y con un movimiento de más de 2.000 millones de euros.

Sus transacciones se realizan en cuatro monedas y cuenta con 6 oficinas regionales. Se trata de una cooperativa que, en sus orígenes, promovía el préstamo de dinero sin intereses, aplicando un descuento en los intercambios económicos. El descuento es utilizado como un bono llamado wir, el cual puede ser negociado (ROMERO HERRERA, 2001). El Banco Wir de Suiza (originalmente un círculo de compensación que se convertiría más tarde en un banco cooperativo) ha logrado ofrecer préstamos baratos en su propia moneda (wir), pues la existencia del franco suizo no era suficiente para movilizar y poner en valor los recursos locales. Los tipos de interés son más bajos porque el dinero puede ser creado por el propio banco sin las limitaciones de la escasez oficial. Los clientes crecen de forma sensible debido fundamentalmente a que los que tienen wir no puede intercambiarlos fuera; por lo tanto se atraen nuevos socios, y el poder adquisitivo no se escapa del sistema.

Con independencia del caso Wir, las raíces más recientes de movimiento asociado a las monedas sociales arraiga en dos conocidos antecedentes: el Time Dollar y el LETS (Local Exchange Trading System) (ROMERO HERRERA, 2001). En la actualidad las monedas sociales se han extendido a muchos países del Norte y del Sur a través del sistema LETS, de los bancos del tiempo (desarrollos del Time Dollar), etcétera. De hecho, entre otros, encontramos LETS en países del Norte como Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Australia, Nueva Zelanda, Bélgica y España. En países del Sur también nos podemos encontrar con experiencias en México, Colombia, Bolivia, Ecuador, Argentina... En todo el mundo existe en la actualidad en torno a 2.000 sistemas de monedas complementarias.

6. OBJETIVOS DE LAS MONEDAS SOCIALES

Sin lugar a dudas, el principal cometido de los sistemas monetarios sociales es que el dinero cumpla con su cometido esencial, es decir, que circule y cree empleo y desarrollo en el ámbito local y comunitario. En concreto, el desempleo es el principal motivo y la principal causa de la creación e implementación de sistemas monetarios sociales.

El dinero en sí mismo no tiene ni valor ni sentido si no va asociado a la creación de bienestar. Su razón de ser fundamental es el intercambio y no la acumulación. No obstante, se puede decir que determinado nivel de acumulación resulta necesario para promover la inversión y el ahorro dentro de las comunidades locales. También, con los sistemas monetarios complementarios se pretende combatir las recurrentes y cíclicas crisis financieras y monetarias que se suceden en el sistema capitalista.

Con independencia de estos objetivos principales, podemos enumerar otros no menos interesantes y que explican la implementación de numerosas experiencias de creación de sistemas monetarios complementarios en muchos países del mundo, con independencia de su nivel de desarrollo:

·         Acceso a la moneda y al crédito a comunidades desmonetizadas.
·         Reducción de la exclusión social y financiera.
·         Puesta en valor y cuantificación de los recursos económicos locales que no están valorados por el sistema monetario oficial, y que generalmente se engloban en la economía informal y en la economía del don.
·         Fomento de los contactos vecinales y de la vertebración de las comunidades locales.
·         Fomento de la economía del don y de la economía de solidaridad.
·         Formalización de la actividad de la mujer en la economía local, poniendo de relieve la importancia de su papel en la reproducción de la sociedad y de los sistemas asistenciales informales. Se puede decir que los sistemas monetarios sociales hacen mucho más visible el trabajo de la mujer, propiciando una mayor igualdad entre el valor del trabajo masculino y el valor del trabajo femenino.
·         Sustitución de sistemas de control complejos por sistemas de control sencillos y transparentes, autogestionados y fiscalizados por la comunidad.
·         Propician salarios más justos y una más equitativa distribución de la riqueza en el ámbito comunitario.
·         Propician un mayor ajuste entre el crecimiento real de la comunidad y su crecimiento potencial a través de una mayor y más sostenible utilización de los recursos económicos disponibles.
·         Fomento del comercio Sur-Sur.
·         Fomento del comercio justo y ético.
·         Transformación de la circulación del dinero convencional, considerado como escaso, en una circulación suficiente y abundante, transparente y gestionada de forma comunitaria.
·         Se evita que la riqueza salga del ámbito local, es decir, del circuito de la moneda complementaria. Se trata de una forma de combatir la estrategia esquilmadora de las empresas transnacionales.
·         Ponen de manifiesto las preferencias colectivas.
·         Fomento del desarrollo local a través de la utilización de los recursos endógenos.
·         Reducción del deterioro medioambiental.
·         Desarrollo de economías de vecindad.

7. EJEMPLOS Y TIPOLOGÍAS DE SISTEMAS MONETARIOS SOCIALES

Algunos de los siguientes ejemplos son experiencias o experimentos históricos, y otros, por el contrario, han sobrevivido con cierto éxito hasta nuestros días. Como hemos advertido, la década de los años 30, es decir, los años de la Gran Depresión económica, fueron un auténtico caldo de cultivo para la proliferación de sistemas monetarios complementarios que tenían como objetivo fundamental paliar los devastadores efectos de la profunda y grave crisis económica y financiera. Las políticas deflacionarias de los distintos bancos centrales, que adaptaban la cantidad de dinero en circulación a las cada vez más reducidas reservas de oro, contribuyeron claramente a ello.

La escasez del dinero hacía que éste circulara poco y muy lentamente, por lo que también circulaban escasamente las mercancías. De esta forma se estaba propiciando de forma irreversible el estrangulamiento de la actividad económica. Esta situación generó uno de los episodios económicos y financieros más luctuosos de nuestra historia económica contemporánea: recesión económica, crisis bursátil, grandes quiebras empresariales y desempleo masivo.

No obstante, con independencia de las experiencias monetarias de la Gran Depresión, en las últimas décadas han ido apareciendo numerosos sistemas de intercambio compensado y redes de auxilio mutuo basados en los tradicionales LETS, en sistemas de trueque comunitarios, en bancos del tiempo, etcétera.

Son numerosos los ejemplos y las experiencias de sistemas monetarios complementarios puestos en marcha desde 1930 hasta nuestros días; no obstante, por razones de espacio, vamos a enunciar exclusivamente los que, a nuestro juicio, tienen un carácter más relevante como para propiciar una mayor comprensión de la historia y de las sucesivas morfologías que han ido adoptando los sistemas monetarios complementarios.

Woergl

Efectivamente, nos tenemos que remontar a la Gran Depresión económica de los años treinta (1932) y sus nefastos efectos sobre el empleo para encontrarnos como modernas iniciativas de sistemas monetarios complementarios como es el caso de Woergl. Woergl era un pequeño pueblo austriaco de menos de cinco mil habitantes sumido en la más absoluta miseria, con una elevada tasa de desempleo y con pocas aspiraciones económicas para la población.

El alcalde, Michael Unterguggenberger, era conocedor y seguidor de las ideas de Silvio Gesell en torno a la oxidación de la moneda, y quiso ponerlas en práctica de forma decidida. Como gestor público, este alcalde austriaco tenía importantes retos en materia de infraestructuras para el pueblo, pero las arcas municipales estaban totalmente exhaustas y no permitían acometer las inversiones públicas necesarias para alcanzar un mínimo de bienestar de los ciudadanos.

La moneda austriaca en aquel momento era el Schillinge, y decidió crear un sistema monetario complementario que le permitiera obtener recursos monetarios para poder abordar los proyectos municipales que necesitaba esta pequeña población. Para ello emitió el denominado Schillinge libre, una especie de moneda o bono municipal con el que financiaría las inversiones públicas en el municipio y que estaba liberado de interés (dinero libre o gratuito). También convenció a los comerciantes del pueblo para que aceptaran dichos billetes complementarios en sus transacciones cotidianas y se pagó a los funcionarios municipales con esta moneda.

Adicionalmente, se acordó la oxidación de dichos billetes mediante un impuesto del 1% de su valor cada mes, que venía a materializarse materializaba en forma de sello que se colocaba en el propio bono. De este modo se generaba un tributo o contribución (el clásico señoreaje) para la corporación local del 12% anual, que era utilizado para financiar algunos de los proyectos municipales, como el comedor social. Como es obvio, el objetivo primordial de esta tasa o tributo no era recaudatorio, sino el de crear un estímulo para la circulación monetaria, y, en consecuencia, el desarrollo local. Se consiguió que el dinero circulara de forma acelerada, poniendo en valor muchos de los activos económicos que anteriormente estaban ociosos. El éxito de este experimento, que generó una auténtica economía benéfica, hizo que se replicara en otros municipios y comunidades cercanas, incluso en otros países, entre ellos Estados Unidos.

En el primer año se consiguió reducir el desempleo en el pueblo en un 25%, cuando en todas partes las tasa de desempleo crecían de forma galopante. No obstante las presiones del sistema bancario centralizado y del dinero oficial, recelosos del sistema que se replicaba en muchos otros sitios, vinieron a dañar severamente el modelo. Se suele decir que el modelo de Woergl murió de éxito.

Wara

Un modelo parecido, y que también murió de éxito, surgió en un pequeño pueblo del sur de Alemania de unos 500 habitantes, Schwanenkirchen (Bavaria), con la creación del dinero wara (término que en alemán significa moneda-mercancía). En esta ocasión la activación de una mina de carbón que no estaba en explotación por quiebra sirvió para que el ingeniero de minas Hebecker creara el sistema monetario complementario, sistema que fue replicado por numerosas empresas.

El wara, respaldado por la producción de la mina, permitía que en su revés se estamparan sucesivos sellos de oxidación de un 2% mensual, siendo éste su costo de almacenamiento y acumulación. La alimentación y los servicios fueron pagados con esta moneda, y, como era la única que existía, los comerciantes se resignaron y la aceptaron como medio de pago.

Este movimiento de economía libre, como así se le ha llamado en alguna ocasión, y también inspirado en las teorías de Silvio Gesell, permitió salvar la mina, generar miles de negocios y empresas, y, además, permitió que más de dos millones de personas manejaran de forma cotidiana la moneda. No obstante, en 1931, el Gobierno, a instancias del Banco Central, receloso de este sistema de monedas complementarias, lo declaró definitivamente ilegal a pesar de tratarse de una moneda no inflacionaria que tener como anclaje el precio del carbón. Como consecuencia de esta aversión oficialista a la ayuda mutua y la autogestión, la mina tuvo que cerrar y los trabajadores quedaron desempleados.

Wir

Aunque este caso ya los hemos mencionado más arriba al indagar sobre los orígenes de los sistemas monetarios complementarios modernos, sí quisiéramos apuntar algunos datos más sobre el mismo por su relevancia y por su proyección hasta nuestros días.

Se trata del único sistema monetario surgido en Suiza en la Gran Depresión económica y financiera de los años 30 (1934) y que todavía funciona en la actualidad. El Wir es un sistema que combina el crédito recíproco con el fiat. Cuenta con unos 100.000 socios en este país y moviliza una economía de unos 2 millones de euros. El wir, palabra que en alemán significa nosotros, surgió como una cámara de compensación que regulaba las transacciones entre sus clientes. Dichos clientes operan internamente con la moneda del mismo nombre en vez de con el franco suizo.

Nació como iniciativa de un grupo de personas que también eran conocedoras y seguidoras de la idea del freigeld (dinero libre) de Silvio Gesell, y posteriormente se convirtió en un banco cooperativo que ha permitido el desarrollo de numerosas micro y pequeñas y medianas empresas. En 1948 suspende el principio geselliano de oxidación del dinero.

El tipo de interés para los préstamos en wir es mucho más bajo que el asociado a los francos suizos. Los poseedores de wir no pueden intercambiarlos con personas o empresas que no sean miembros (grandes empresas y empresas foráneas), por lo que es especialmente interesante para atraer nuevos clientes y miembros a la organización bancaria.

Está históricamente demostrado que la utilización del wir se acentúa en los periodos de menor crecimiento económico, y disminuye en las etapas de mayor bonanza.

Local Exchange Trading Systems (LETS)

Este sistema monetario local fue fundado por Michael Linton y David Weston en Britsh Columbia (Canadá) en 1983. Es el sistema que más eco ha registrado en todo el mundo, especialmente en América Latina, Australia (el Blue Mountains LETS funciona cerca de Sidney y cuenta con más de 1.000 socios) y Europa (Francia: “le Grain de Sel”, Bélgica: “la maison de l’amitié”). Todavía en Canadá existen numerosos sistemas operando en el país. En Francia a los LETS se les denominan SEL (Systèmes d’Échange Local). A finales del siglo XX estaban presentes en 24 países y agrupaban en torno a 250.000 miembros.

Los fundadores del LETS vieron en el dinero una forma de medir el esfuerzo humano. Si el dinero es información, por qué puede convertirse en un elemento que lastra la economía y genera desempleo. La mala e insostenible gestión de los recursos pesqueros provocó una profunda crisis que se tradujo en graves situaciones de desempleo masivo. Los promotores lograron aliviar la situación ampliando la base monetaria disponible a través de un sistema monetario complementario que provee a la comunidad información de los productos y servicios de que disponen sus miembros, propiciando el intercambio a través de una moneda cuyo valor es consensuado por todos ellos.

Por tanto, se forma un sistema bancario paralelo basado en una moneda sin fluctuación que impide que la riqueza salga del ámbito local. Este sistema funciona como un sistema de crédito-débito cuya unidad de intercambio en su origen fue el Green-Dollars. Las personas se inscriben ofertando habilidades, bienes o conocimiento, y a su contribución se le asigna un valor. El sistema no tiene una existencia física, y es la capacidad productiva total de la comunidad es la que da respaldo y garantía a la moneda.

Los distintos LETS pueden variar entre sí según pequeños matices operativos, pero, en esencia, todos se mueven bajo la misma lógica del trueque, la reciprocidad, la solidaridad y la autogestión. Pueden variar según las organizaciones que los promueven, según el valor asignado a la moneda, según el instrumento utilizado en el intercambio (cheque, anotación contable, moneda local...), en el sistema de endeudamiento, en la utilización de criterios de oxidación de la moneda, etc.

Time Dollars (www.timedollar.org)

Fue una iniciativa fundada en 1986 por Edgar Cahn, pionero de los actuales bancos del tiempo, y que venía a suponer una prolongación de los LETS. Se trata de una idea muy sencilla y de fácil control. Se trata de una moneda local que utiliza el tiempo como unidad y valor. Combina el concepto de trueque con el de voluntariado (ROMERO HERRERA, 2001) al tener como objetivo transformar en poder de compra el tiempo libre de las personas. En este sentido, se puede decir que con esta iniciativa se pretende transformar trabajo voluntario, generalmente al margen de la oferta de servicios de la economía formal y mercantil, en trabajo cuantificado e intercambiable.

El sistema cuenta con un importante apoyo institucional a través del Time Dollars Institute, un centro que se ocupa de la difusión del sistema, investigando en metodologías monetarias y formando a personas sobre el funcionamiento del sistema. El sistema está implantado en torno a 40 estados de la Unión (USA).

Ithaca Hours

Horas de Ithaca es un sistema monetario complementario al dólar y creado por Paul Glover a principios de los 90 en su ciudad natal, Ithaca (Nueva York), teniendo como principal cometido el fortalecimiento de la economía local. Está formado por unos 2.000 miembros que aceptan horas a cambio de bienes y servicios. Las Horas de Ithaca tienen un equivalente en dólares (10 dólares una hora), y los comercios que están de acuerdo en entrar en el sistema reciben un crédito inicial para fomentar los intercambios. Los miembros sólo pueden comprar en los comercios locales porque sólo allí son admitidos los bonos emitidos por Paul Glover. Éste abrió un banco en Ithaca Horus para regular y ofrecer información a los usuarios actuales y potenciales.

El modelo de esta ciudad de unos 30.000 habitantes se ha extendido a otros muchos estados de la Unión. Como se ha dicho en más de una ocasión, esta y otras iniciativas relacionadas con la economía de solidaridad han hecho de Ithaca una auténtica isla en medio del imperio del capitalismo. De hecho, existe la anécdota que en esta ciudad cerró un McDonald por falta de clientes, y es muy raro encontrar en sus calles tiendas de multinacionales.

El Tianguis Tlaloc

El Tianguis Tlaloc es un sistema monetario complementario desarrollado a partir de 1996 en el Valle de Mezquital en el Estado de México, y es simultáneo a la rebelión zapatista de Chiapas. Se concibió como un instrumento para combatir la pobreza por el arquitecto Luis Lópezllera al frente del PDP (Promoción del Desarrollo Popular).

Se trata de un sistema de trueque comunitario sin ánimo de lucro que utiliza un vale denominado Tlaloc, el nombre del antiguo dios azteca de la lluvia. Dicho sistema tiene como cometido fundamental la erradicación de la pobreza y el desempleo.

Rocs

Se trata de un sistema de crédito mutual. Utiliza la hora de trabajo como unidad de cuenta y se negocian en cada transacción. No se utiliza la moneda sino el crédito mutuo, y se crea al emitir un correo electrónico aceptando la transacción. Al ser de crédito mutuo, se evita que se cree más dinero del que se necesita para las transacciones. Existe oxidación del dinero, y la recaudación permite la financiación del sistema.

Bonos para Servicios de Atención

Se trata de una iniciativa japonesa promovida por el que fue Ministro de Justicia, Tsutomu Hotta, a mediados de los años noventa del siglo pasado. A tal efecto, creó el Instituto Sawayaka del Bienestar (LIETAER, 2005, pp. 47-48) y a través de dicha organización creó una suerte de moneda social denominada Hureai Kippu (Bonos para Servicios de Atención).

Un gran número de asociaciones se han adherido al sistema, y los proveedores, de forma voluntaria, realizan servicios de atención a la salud, a través de los cuales van acumulando créditos horarios y que complementan al seguro de salud. Estos créditos pueden ser utilizados por los titulares o cederlos a sus familiares según necesiten atención sanitaria. El sistema oficial japonés ha dado el respaldo a este sistema de monedas complementarias y está teniendo una gran acogida.

Los clubes de trueque

El primer club del trueque fue creado en Argentina a mediados de los años noventa. Comenzó con un par de decenas de personas y en algo más de un lustro contaba con unos 800.000 miembros de todo el país. Se trata de asociaciones de ayuda mutua basadas en el trueque de productos y servicios.

8. LOS BANCOS DEL TIEMPO

Queremos dedicar un capítulo especial a los bancos del tiempo como sistemas monetarios complementarios, pues se están desarrollando un gran número de iniciativas en nuestro país en distintos ámbitos, y están adquiriendo cierta popularidad entre las organizaciones sociales. Se trata de un sistema autogestionario, basado en la solidaridad, en el voluntariado, y, en consecuencia, sin base contractual en el intercambio de servicios.

Los bancos del tiempo surgen en base a una idea sencilla: el trueque. No obstante, la creación de un banco del tiempo, al menos si se quiere conseguir que funcione bien, plantea cierta complejidad. En el fondo estamos hablando de la creación de un sistema monetario y de un proyecto colectivo basado en la voluntariedad de los miembros, por los que encierra cierta complejidad organizativa y motivacional.

Los bancos del tiempo representan una interesante experiencia de monedas sociales que permiten recuperar las relaciones de vecindad. En concreto, arraigan en los LETS, y, más en concreto, en los Time Dollar que ya hemos mencionado más arriba. Vienen a recoger las experiencias de intercambio de trabajos y servicios de los países pioneros: Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Reino Unido. Italia, también, ha sido uno de estos  países pioneros en el intercambio de servicios para solucionar problemas de la vida cotidiana y crear redes asistenciales informales.

A partir de estas experiencias de monedas sociales, se desarrolla en el Reino Unido la iniciativa del Time Bank, una experiencia implementada inicialmente por la NEF (New Economics Foundation), con sede en Londres. Posterioremente la NEF lanza una campaña de promoción de los bancos del tiempo y comienzan a proliferar por todo el mundo.

Los bancos del tiempo funcionan precisamente como si fueran bancos, pero la unidad monetaria, es decir, la unidad de intercambio y de valor, es el tiempo, la hora. Los bancos del tiempo se basan en la idea de voluntariedad (es un sistema de voluntariado), en la confianza mutua, en el entendimiento y la armonía, y en las relaciones de proximidad y vecindad. Nacen con la idea de que el tiempo es la mayor riqueza, y tiene un claro sesgo nivelador y de equidad pues las horas de un operario sin cualificación valen lo mismo que las de un directivo de alta cualificación académica y profesional.

En nuestro país, los bancos del tiempo han llegado en los últimos años generando numerosas iniciativas en distintos ámbitos: municipales, asociacionales, corporativos, educativos... Están sirviendo para que determinadas personas se sientan útiles ayudando a los demás a través del intercambio recíproco y multilateral. No obstante, los resultados son ambiguos.

Los bancos del tiempo aglutinan a un grupo de personas que están dispuestas de forma voluntaria y extracontractualmente a intercambiar esporádicamente su tiempo en función de sus capacidades. Existe una aplicación informática, elaborada con software libre, que permite automatizar las transacciones como si de un banco se tratara, y, obviamente, la unidad de cuenta es la hora. A través de ese software se puede abrir cuentas corrientes, se pueden pedir préstamos, etc. El desarrollo de dicha aplicación, que se va perfeccionado a través de sucesivas versiones, pretende facilitar la creación de bancos del tiempo en los distintos ámbitos asociacionales.

Se trata de promover los intercambios de servicios no mercantilizados, pero que suponen servicios imprescindibles para el bienestar de las personas y de la colectividad. Se trata de organizar la economía del don encauzando los intercambios y permitiendo consolidar las relaciones de vecindad y confianza mutua. Cualquier persona, con independencia de sus capacidades físicas o psíquicas puede formar parte de un banco del tiempo. Estos nacen de la idea de que todos tenemos algo que dar y que recibir. El valor del tiempo es el mismo para todas las personas, con independencia de su cualificación.

Desde el punto de vista operativo un banco del tiempo debe ser promovido y gestionado por un colectivo, generalmente una asociación, que previamente aglutine a un colectivo de personas que tengan algo en común. Cuanto más heterogéneo sea este colectivo más intercambios diferentes se pueden realizar. Al parecer, un banco del tiempo adquiere la suficiente masa crítica para su funcionamiento a partir de 250-300 personas. No obstante nos encontramos con una casuística muy dispar. Por ejemplo, el banco del tiempo de París aglutina a más de 3.000 personas.

La asociación actúa como banquero y gestiona las cuentas de tiempo abiertas en el banco de cada uno de los miembros de la comunidad. Los miembros acceden al sistema transaccional, generalmente con soporte informático, y aparte de las cuentas pueden pedir préstamos horarios. Inicialmente cuentan con un crédito horario que permite facilitar las transacciones e impulsar el proyecto. Al final ese crédito horario puede redimirse con servicios de mantenimiento del sistema o con servicios a la colectividad.

No es necesaria una aplicación informática, pero sí es cierto que ésta facilita la administración de los intercambios. De hecho, la introducción de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación en el ámbito de la solidaridad está dando muy buenos resultados y está ampliando sus posibilidades de crecimiento. Además, los bancos del tiempo pueden ir creciendo a través de federaciones entre ellos, permitiendo que se incremente el número de personas y el número de intercambios en esta especie de sociedad de ayuda mutua.

Beneficios de los bancos de tiempo

Los beneficios que reportan los bancos del tiempo a sus usuarios y sus organizaciones son numerosos y muy diversos. De hecho, se puede decir que cada persona, en función de su experiencia obtiene beneficios distintos de los bancos del tiempo en función de sus expectativas. No obstante, vamos a enumerar los más importantes y recurrentemente mencionados:

·         Mayor vertebración social en determinadas comunidades caracterizadas por el desarraigo que implica la vida urbana y la celeridad de la vida moderna y ultratecnificada.
·         Fomento del voluntariado, de la economía del don y de la economía de solidaridad, relegando el interés y propiciando el bien comunitario a través del intercambio recíproco de servicios, generalmente no mercantilizados.
·         Gestión del conocimiento en determinados ámbitos: asociaciones, organizaciones, empresas.
·         Fomento de los valores de cooperación y de solidaridad.
·         Permiten que la gente tenga una concepción del tiempo distinta, valorando el tiempo y la disposición de los demás.
·         Genera actitudes positivas entre las personas, abriéndolas al hábito de dar y a recibir de forma voluntaria y desinteresada.
·         Generación de una nueva forma de pago no acumulativa.
·         Fomento del ahorro.
·         Fomento de la idea de pertenencia a la comunidad y de la confianza mutua.
·         Acceso al mercado de trabajo de personas en riesgo de exclusión social.
·         Mantenimiento de la riqueza dentro de la comunidad.
·         Pone en valor servicios que no tienen valor en el mercado formal.
·         Mejora la calidad de vida de los socios.
·         Contribuye a promover la conciliación entre la vida personal y laboral.
·         Favorece la gestión del tiempo.
·         Permiten reducir la soledad y el aislamiento que supone la vida urbana a través de intercambios de buena vecindad.
·         Promueve la industria local.
·         Permite la participación activa de las clases pasivas: niños, jubilados...
·         Poner en valor el papel que las mujeres han tenido en la reproducción de la sociedad.

Los servicios que se intercambian

Con independencia de que el resultado sea un producto, necesariamente se intercambian servicios, pues la unidad de cuenta es la hora. Los servicios más habituales están relacionados con la asistencia en el hogar (atención a niños, mayores, cocina...), la educación (clases particulares), las reparaciones, los consejos, la compañía, el transporte y el desplazamientos (recados), las actividades recreativas, etc.

La variedad de los servicios que se intercambian dependerá de la heterogeneidad de las personas que formen el banco del tiempo.

Ejemplo de servicios que se pueden prestar en un banco del tiempo


  • ATENCIÓN A LAS PERSONAS: acompañar a niños/as al colegio o a diferentes actividades, leer cuentos o jugar, cuidar personas mayores y/o enfermas, acompañar a personas mayores al médico, leer libros a personas mayores, realizar gestiones en la calle...
  • CUIDADO DEL CUERPO Y DE LA SALUD: dar masajes, reflexología, relajación, automaquillaje, cuidado del cabello, cambio de imagen...
  • TAREAS DOMÉSTICAS: hacer la compra, cocinar, coser, hacer pequeñas tareas y reparaciones domésticas, bricolaje, cuidar animales y plantas...
  • INFORMÁTICA: pasar trabajos a ordenador, asesoramiento informático...
  • IDIOMAS: clases, traducciones, conversación...
  • FORMACIÓN: apoyo para realizar deberes, música, pintura, dibujo, decoración...
  • ASESORAMIENTO/ORIENTACIÓN: seguros, finanzas, técnicas diversas...


Fuente: Banco del Tiempo de Barcelona.

Los bancos del tiempo corporativos

Los bancos del tiempo corporativos vienen a complementar los programas de voluntariado corporativo que están implementando muchas empresas como un instrumento que mejora el clima laboral, la motivación y la gestión del conocimiento entre los empleados. Está empíricamente demostrado que aquellas empresas que fomentan los programas de voluntariado y la economía de solidaridad entre sus empleados tienen un mejor clima laboral, se producen una mayor identificación con la misión y los valores de la compañía y se registran mejores tasas de productividad.

En nuestro país, aunque sí hay interesantes iniciativas de programas de voluntariado corporativo, se puede decir que apenas hay experiencias de bancos del tiempo corporativo, pero pueden convertirse en una herramienta de responsabilidad social muy interesante para las grandes empresas.

Las ventajas de los bancos del tiempo en el ámbito corporativo son numerosas. No obstante, mencionaremos las más importantes:

·         Permiten un mayor conocimiento mutuo entre los empleados.
·         Facilitan la conciliación entre la vida personal y profesional a través de intercambio esporádico de servicios entre los empleados.
·         Aumenta la confianza entre los mismo.
·         Facilitan la implantación de políticas, medidas e instrumentos de gestión del conocimiento en el seno de la empresa.
·         Se trata de un magnífico instrumento de gestión de la diversidad y del conocimiento.
·         Son una isla de solidaridad en un mundo sometido a una fuerte tensión competitiva.

9. A MODO DE CONCLUSIÓN

Las monedas sociales no son la panacea a las sucesivas crisis del sistema capitalista por su limitado alcance, pero sí son iniciativas que nos permiten reflexionar acerca de las limitaciones de los sistemas monetarios oficiales en el ámbito del desarrollo local y comunitario.

Se puede decir que hay experiencias históricas de sistemas monetarios complementarios que, por el éxito alcanzado, nos permiten ser optimistas de cara a la proliferación futura de estos instrumentos de solidaridad, mutualismo y autogestión, debiéndose corregir los errores cometidos en otros para conseguir metodologías monetarias sociales mucho más eficientes y robustas.

Las nuevas tecnologías están permitiendo reforzar las redes sociales y la implementación de sistemas monetarios complementarios. Un ejemplo claro es la proliferación de los bancos del tiempo.

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[1] La oxidación de la moneda se refiere a una suerte de tributo, de carácter no recaudatorio, que evita la acumulación. Al estar gravada la tenencia de la moneda, ésta circula de forma mucho más rápida evitando la acumulación y fomentando los intercambios. La célebre tasa Tobin, relacionada con el control de cambios en el ámbito internacional, no es sino una aplicación concreta al tráfico internacional de capitales de las teorías y de las ideas de Silvio Gesell.
[2] Siguiendo a Romero Herrera (2001), WIR tiene dos significados: por un lado significa círculo de negocios, y, por otro, “nosotros” en alemán.